Exposicion de Enrico Gaspari en El Punto del Carmen

   Hijo de lava y mar, Enrico Gasparri, nace al final de los años setenta en  Catania, desde siempre ciudad salvaje, impávida y violenta, mezcla de sal, sangre, mares y limones.

Son estos elementos, juntos a otros que sin pausa forjan pronto el alma gitana y el espíritu inquieto del joven.

Así, de esta forma, crece antes el artista y después el hombre.

El suyo, es, desde el principio, un continuo contrastar la corriente, oponerse a las expectativas de los demás, parar las agujas del tiempo, rompiendo su delicadísimo equilibrio, luchar casi bordeando la vida misma pero al mismo tiempo mirarla recto en sus ojos obscuros, sin miedo, para hacerla fluir con inaprensible suavidad según su personalísimo camino por nada convencional, extraño a lógicas costumbres, absolutamente libre de cualquier regla que no sea fuese  su mismo instinto primordial.

Así se forma un ser libre.  

El destino elije para Enrico la tierra de España que será su cuna y cabaña, dejándose llevar con naturalidad, absorbiendo cada coma de aquel nuevo contexto, llenándose, y dejando que todo esto moldee su propia vida y su creatividad.

Son los años en los cuales el mismo se descubre personaje, un acróbata del mundo, insólito y siempre diferente: músico, poeta, actor, viajero…Testigo absoluto de un excéntrico movimiento.

Formalmente ya es un doctor en Jurisprudencia pero de esto ninguno, ni siquiera el mismo, parecen darle importancia.

Los caminos de la vida, con sus ciegas curvas y con sus itinerarios desconocidos, lo llevaron a atravesar  las tierras de Holanda, a perderse en el humo alcohólico  de las noches inglesas, pisoteando las arenas de Marruecos, entre historias de marineros y rostros aceitunados, pero también lo llevaron en las verdes praderas Irlandesas a la merced de improbables destinos… Conoce también los callejones de Lisboa, se embriaga con los perfumes del  océano…

Y viaja mas allá de la certidumbre…hasta mezclarse con culturas milenarias: los Aztecas, los Mayas,…hermanos de otras épocas, hombres con corazones salvajes, pequeños Mejicanos que fueron y pequeñas flores que serán…como los niños de Guatemala…

Descubrir para el no es solo conocer sino siempre y sobretodo sorprenderse.

La emoción es su única reina, hasta hoy, entre cimitarras tunecinas y almas del desierto.

En este carrusel, entre ser y probar, afirmar y contradecir, correr y volar, Enrico no se ha hecho que a sí mismo, expresión nunca definitiva de inspiradas ideas que cobran vida en sus lienzos.

Allí no hay un solo color, jamás uno solo, que hoy día pueda explicar la compleja ligereza de este artista que es chico del mundo.

Aquel chico, precisamente, el que hoy es hombre…se lo ha susurrado la vida misma.