; ;
La dolçaina (dulzaina) es un instrumento de viento tradicional de la cultura valenciana de descendencia árabe. Podemos atribuir su origen a los poblados de la era mesopotámica (3.000 adC.) puesto que existieron muchos instrumentos parecidos de viento de sección cónica, con agujeros para tapar con los dedos y doble lengüeta que hoy lo clasificamos en la familia del abub. Pero fueron los cinco siglos de cultura musulmana los que determinaron su influencia en nuestra cultura. Prueba de ello es las múltiples referencias a este instrumento, concebido para fiestas, en manuscritos árabes de la época de Al-Ándalus y su presencia en las tierras del sur.
La dolçaina es la precursora del oboe, por lo que formará parte de esta familia de instrumentos ya que es de forma cónica y boquilla de doble lengüeta (caña). La caña utilizada es la más grande de la familia por lo que será necesario mayor cantidad de aire para hacer vibrar a la doble lengüeta: esto y su primitiva construcción hace que la ejecución sea difícil. La vibración del aire no la da los labios como en instrumentos de viento como la trompeta, si no que, a diferencia de éstos, no hay que relajar los labios, hay que endurecerlos para que la caña vibre y sea la que perturbe el aire expulsado por la boca.
Dulzaina, albogue, dolçaina, donsaina, chirimita o xirimia,… a veces gaita. Múltiples nombres recibe éste instrumento hecho de madera de orígenes diversos (dicen que la mejor es la que nace de la raíz de algarrobo borde) y de gran potencia sonora. Puesto que el sentido de la dolçaina es animar fiestas populares generalmente en espacios abiertos como calles o plazas, a lo largo de los años se ha perfeccionado para potenciar al máximo su característico sonido agudo hasta hacerlo muy potente y penetrante. Y además, aquel que hace sonar la dolçaina, debe tener mucha práctica, buena resistencia pulmonar y física para hacerla sonar melódica y durante el tiempo que requiera, dado que es un instrumento corto que por su naturaleza ofrece gran resistencia al aire.
Entre las melodías más bellas que se tocan con la dolçaina podemos destacar la “Muixeranga” (los famosos castillos humanos) original del pueblo valenciano Algemesí. A quien toca la dolçaina se le llama dolçainer.
Valencia y sus pueblos dan cobijo a múltiples “Collas de Dolçainers i Tabaleters”, asociaciones musicales, culturales y grupos que popularizan el particular y alegre sonido de estos instrumentos. A principios de este mismo año 2025 el sonido de la nueva modalidad de dolçaina llamada dolçaina baixa ha sido exportado por la 'Colla de Dolçainers i Tabaleters de Bétera' a Bulgaria como primera parada de tantas por Europa, financiados por el proyecto “Musicability” de la Unión Europea.
El tabalet o tabal es el instrumento de percusión que siempre acompaña a la dolçaina. Ya hay documentos históricos y literarios del siglo XIII en los que se cita junto a ella. Es la réplica del tamboril dulzainero en la zona de Valencia. Este instrumento coge su nombre del árabe hispánico aṭṭabál y este del árabe clásico ṭabl por lo que se intuye que el instrumento es de origen árabe. La palabra atabal hace referencia a los timbales y a los tambores pequeños.
El tabalet es un tambor más alto de lo normal, de unos 20 cm., y de un diámetro de 30 cm. aproximadamente que va tensado por cuerdas laterales y suele ir adornado de un bordón que permite llevarlo como mochila. Hay tabalets de muchas medidas y cualquier niño puede empezar aprendiendo canciones y ritmos con el tabal.
El parche de arriba, es decir el que recibe todos los golpes, se llama 'piel de batir': antes era de piel de cabra y ahora de plástico o fibra. El parche de abajo se llama 'bordoner', porque es el que soporta la tensión de los bordones (antiguamente hechos de tripa de animal y ahora de metal) que cuando vibran producen ese sonido original, y que son tensados por clavijas. A quien toca el tabalet se le llama tabaleter.
Valencia en Fallas también te invita a vibrar al escuchar el dulce sonido de la dolçaina con el acompañamiento del redoblar juguetón del tabalet, mientras éstos alegran los pasacalles con su sonido estridente perdido en un conjunto sonoro dinámico, a veces con cierto aire épico y marcial.